martes, diciembre 21, 2010

Despedida triunfal a Lula en Brasil

Lula da Silva, triunfante.
El respaldo popular se hizo presente en el inmenso Sanbódromo de Río de Janeiro donde sus seguidores despidieron al presidente brasileño Lula da Silva. El mandatario cederá su puesto, el 1 de enero de 2011, a su sucesora, Dilma Rousself. Se ha dicho en Río de Janeiro que Brasil comenzó a perder terreno en 1960 cuando se trasladó la capital a Brasilia. Lula deja un país emergente en el concierto mundial después de ocho años de mandato.

Los logros de Lula


 Río de Janeiro saca pecho tras haber sido elegida la ciudad sede de los Juegos Olímpicos de 2016, desplazando nada menos que a la bien preparada Madrid, a la potente Chicago, con el presidente estadounidense Barack Obama a la cabeza; y a la sosegada tranquilidad de Tokio.
   Los brasileños descorchan el champán de la victoria con el ímpetu de haber querido ser siempre “os mais grandes do mundo”, desde la inauguración en 1950 del estadio Maracaná, en aquellas fechas con capacidad para 174.000 espectadores, reducida ahora a 90.000. El país elegido es la décima economía mundial, ha pasado de ser deudor a acreedor del Fondo Monetario Internacional y forma parte del denominado grupo BRIC (Brasil, Rusia, India y China) que tendrá en 2050 el 40% de la población del planeta y la cuarta parte del Producto Interior Bruto (PIB) mundial, según Jim O’Neill del grupo inversor Golden Sachs, con sede en Zurich, la capital del dinero. Brasil ha sido elevado a los altares del podio olímpico por su situación geoestratégica y su pujante economía ascendente, en medio de una crisis mundial, alzándose como líder de las alicaídas democracias latinoamericanas que se escudan en el simbolismo del Día de la Raza, de la Hispanidad en España, que se celebra cada 12 de octubre.

Contra el hambre

   El presidente brasileño, Lula da Silva, anunció eufórico en su momento, la propuesta de combatir el hambre con la creación de una empresa estatal que gestione los más de 50.000 millones de barriles de petróleo procedentes de las reservas halladas en 2007 en las costas marítimas de Campo Tupi. Es un ejemplo latinoamericano.
   Brasil no sólo es un país de extremos, con el lastre de un millar de favelas donde malvive un millón de personas en un territorio gigantesco de unos 248 millones de habitantes. Sin ir más lejos, como anécdota, desde el Aeropuerto de Asturias, en España, hay dos viajes diarios a París que realizan los aviones de la Empresa Brasileña Aeronáutica (Embraer). Un total de 69 aeronaves de este modelo han sido adquiridos por la aerolínea gala Air France.
   Al presidente Lula da Silva se le escaparon las lágrimas de emoción y alegría al conocer el resultado de la votación que hizo saltar de sus asientos a la delegación brasileña, en Copenhague, como si fuera el tapón lanzado por el aire por la efervescencia de la espuma de un champán victorioso y ganador.
   El logro del país suramericano, convertido en coloso, lo asume también Latinoamérica. La Revolución Bolivariana del presidente venezolano, Hugo Chávez, se cuela en el carro de guerra del triunfo para compartir las mieles del éxito de la mano de ese otro adalid de la región que aún sigue siendo Fidel Castro. Los dos cabecillas revolucionarios elogiaron el logro brasileño, a pesar de que Venezuela compró armamentos a Rusia y Cuba entabló relaciones comerciales con China, en ambos casos alejándose del entorno de Brasil, un país hermano.

Sede olímpica

   La sede olímpica del año 2016 que ha conseguido Brasil ensombrece, por otra parte, los actos del Bicentenario de los países latinoamericanos previstos para 2010, que han pasado sin pena ni gloria. Río de Janeiro le ha ganado el pulso a la cosmopolita Madrid y, en medio de la globalización, algunas voces en América ya quieren cambiar el nombre del Día de la Raza por el de Día del Encuentro de Dos Mundos, o de dos culturas cómo quiera llamársele. La pasión de Brasil es tan calurosa como sus playas, cálida como su música y enlaza entre los colores de los aros olímpicos que representan a los cinco continentes, conmemorando aquella antigua apuesta romática de los griegos por la globalización que apuesta por la paz mundial, por el hemanamiento de las diversas culturas.

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