miércoles, octubre 10, 2007

Una sotana llena de sangre

El que no castigal el mal manda que se haga, dijo Leonardo Da Vinci y en Argentina le dieron la razón. Un fallo judicial histórico condenó al ex capellán de la temida Policía de Buenos Aires, Christian Von Wernich, a cadena perpetua por genocidio. El sacerdote, que vivía con nombre falso en Chile y fue descubierto por un reportaje periodístico, debe pagar con la cárcel su implicación con la dictadura militar del general Jorge Rafael Videla, entre los años 1976 y 1983. Es la primera sentencia contra un sacerdote en América Latina. Prometía libertad a los detenidos a cambio de que delataran a sus compañeros. En el juicio participaron 120 testigos que acusaron al ex capellán de haber pasado información confidencial a las fuerzas militares represivas y de participar y ser co-autor de siete homicidios, 31 casos de torturas y 42 secuestros. A los torturadores les decía que estaban haciendo el trabajo de Dios, que tuviesen
cuidado con la 'máquina'
(tortura eléctrica) y que los hijos debían pagar las deudas de sus padres para justificar los secuestros. Al juicio tuvo que acudir con un chaleco antibalas y protegido detrás de un cristal. La sotana que usó en su complicidad con los militares represores y asesinos está llena de sangre.

5 comentarios:

Makiavelo dijo...

¡Vaya marrón para la Iglesia!

El cura les salió asesino, tal vez lo empalen cuando lo vean aparecer por chirona. Creo que se lo merece.

Ava G. dijo...

ya era hora!
la justicia divina siempre llega, no? pero quién la imparte?

un beso.

Eifonso Lagares dijo...

Es de justicia y aunque tarde ha llegado.
Saludos

vladimir maiakovski dijo...

"¿Qué dirá el Santo Padre?"

Saludos.

Fran Invernoz dijo...

makiavelo: como ser humano, y peor como cura, ha sido una persona miserable, se merece el peor castigo civilizado que es la cárcel.
ava gardner: a pesar del escepticismo sobre la justicia, la pena le ha llegado al acusado.
eifonso lagares: coincido, la justicia llegó, a pesar del tiempo transcurrido.
vladimir maikoski: buena pregunta.