Trago amargo

Las autoridades peruanas intentan tranquilizar a la población y a la opinión pública internacional manifestando que el terremoto, del jueves pasado, apenas incidirá en la economía. Los sectores más afectados son los servicios y el comercio, en menor medida el sector agrícola y los productos manufacturados. Habría que preguntarle a un peruano, de la clase más desfavorecida, para que opine sobre esos datos macroeconómicos. El presidente del Instituto Geofísico de Perú, de nombre y apellido extranjeros, Ronald Woodman,

es un atrevido

que declara que habría que ver si las personas de menores recursos económicos se gastan el poco dinero que tiene en bebidas alcohólicas, en vez de invertir en arreglar sus viviendas. Este funcionario seguramente tiene un sueldo que le permite darse esos lujos y, además, reparar su casa, si es que lo necesita. Otro trago amargo y de mal gusto surgió de la iniciativa de regalar a las brigadas internacionales que ayudaron en la tragedia el 'Pisco 7.9' , que es la magnitud del sismo en la escala de Richter. Sin embargo, los tesoros arqueológicos de más de 5.000 años de antigüedad se salvan y el fuego de un incendio no logra alterar el bagaje cultural de los peruanos, incluidas las ruinas de la ciudadela de Machu Picchu.