La pequeñez de querer ser grande

El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, demostró en la clausura de la Cumbre Iberoamericana celebrada en Santiago de Chile, ser el arquetipo de la pequeñez de querer ser grande. El indudable que la falta de educación y cultura pudo con el mandatario venezolano que

como los niños pequeños

siempre quiere llamar la atención con sus travesuras. Las pataletas infantiles se terminan a los cinco años en los niños maduros. Hugo Chávez hizo mención de un ex presidente de España, José María Aznar, que ya no está en la política y le llamó "fascista" interrumpiendo la intervención del presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero. Chávez recordó, sin aportar pruebas en un foro internacional, que Aznar había apoyado el golpe de Estado en su país en el año 2002. Puede que tenga razón (o no, ¿quien lo sabe con certeza?), pero eso hay que probarlo, en primer término, y ya se sabe que cuando se sube el tono de voz es porque generalmente no se tiene razón. Chávez, independiente de que se le respetase su libertad de expresión, estuvo mal al interrumpir al mandatario español quien le explicó que las discrepancias no se defienden con descalificaciones. Chávez, no cabe duda, es la

chusma del barrio

que convierte a Latinoamérica ante el mundo en un puesto de venta de cambalaches. Daniel Ortega, intervino en el rifirrafe, denunciando las tropelías de empresas españolas en América Latina, como Unión Fenosa, y es posible que tenga razón (o no, porque debería acusar a los gobiernos que permiten las inversiones de las transnacionales), pues la forma en que defendió sus ideas no sirve para nada, ya que si los empresaros españoles hacen sus negocios es porque se les permite. El vicepresidente de Cuba, Carlos Lage, metió más leña al fuego recordando las manifiestaciones de José María Aznar contra su país. Los tres dirigentes políticos ladran al mundo, critican a los enemigos exteriores, para hacerse valer entre sus seguidores, sin solucionar los problemas internos de la miseria que campea en sus países, y lo que buscan es conseguir mantenerse en el poder, porque

perro que ladra no muerde.

La gente quiere soluciones para el hambre y la miseria y lo más fácil es decir que la culpa la tiene el imperialismo yanki, la globalización o el neoliberalismo, y tienen parte de razón, pero qué soluciones prácticas se aportan sin que sean más que insultos y mensajes panfletarios. En ese sentido, el presidente de Bolivia, Evo Morales fue el que demostró más dignidad parándole los pies a las compañías petroleras. Chávez tiene un pueblo venezolano dividido, con protestas ciudadanas en las calles y reivindicaciones de los estudiantes que rechazan la reforma constitucional que le catapultará al privilegio de ser

presidente vitalicio.

Lo cierto es que el presidente de Perú, Alan García, mostró su apoyo y se solidarizó con el Rey de España, que ordenó callar a Chávez. El mandatario español, José Luis Rodríguez Zapatero, remachó diciendo que "sea la última vez", en referencia a esa pretensión de cacicada de Chávez a la que está acostumbrado en su país. La presidenta chilena, Michelle Bachellet, como anfitriona, procuró quitar hierro al enfrentamiento verbal abogando por la unidad de proyectos para el futuro. Chávez reiteró su imagen de pequeñez moral y sus pretensiones de ser grande, sabiendo que ésta última cualidad sólo lo consiguen los mediocres ineptos engreídos en las dictaduras, sojuzgando a los pueblos y llevándolos a la miseria. Dictadores abrazados a sus dictaduras siempre terminan mal. Parece que Chávez no hay leído un solo libro de historia en su vida. Los pobres siguen esperando salir de la miseria, mientras tanto...