Huele a podrido

El olor a podrido de la basura o de un cadáver descompuesto es tan desagradable como la corrupción, llámese como se llame. La mordida mexicana ya es célebre mundialmente y en Argentina ya se edita un diccionario de las coimas. El presidente argentino, Néstor Kirchner, se enfrenta al mayor escándalo por las coimas, a causa de comisiones ilegales en la empresa sueca Skanka que, como si fuera poco, salpica al Perú. La empresa sueca sobornó para la adjudicación de las obras de ampliación de un gasoducto. Si se tira del ovillo se descubre una verdadera

trama organizada

de sobornos. Lo grave es que la mafia se meta en la cultura, y así lo astestigua el escritor mexicano, René Avilés. Para los obispos del subcontinete, la corrupción es el flagelo de la decadencia social en América Latina. No es para menos, la Policía española sospecha de que ecuatorianos y venezolanos, a los que se les exige visados especiales, están entrando en la Península Ibérica con pasaportes falsos. Y seguramente haya una mafia bien organizada detrás de ellos. El Gobierno español envía un mensaje a las mafias con la repatriación de 750 africanos sin regularizar sus papeles, que fueron devueltos a sus países de orígen. Las mafias utilizan a las mujeres a través de la prostitución, muchas llegan desde Latinoamérica y son obligadas a ejercer la profesión más antigua del mundo relacionada directamente con la droga y otros delitos. La corrupción internacional se ve con claridad en las negociaciones de España para quitar de la lista de

paraísos fiscales

a Panamá, con el fin de que empresas españolas puedan participar en la adjudicación de las obras de ampliación del canal. La operación Navaja, en Brasil, se salda con 47 detenciones, entre ellas la de un asesor del ministerio de Minas y Energía. El presidente de Haití dice que emprende la guerra contra la corrupción de policías, agentes de aduanas, jueces y legisladores. Es que huele mucho a podrido.